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Endodoncia

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Diagnóstico y clasificación de enfermedades de la pulpa

Cavidad pulpar obliterada del segundo incisivo tras un traumatismo y necrosis pulpar

Como en cada inflamación, la respuesta del cuerpo es un aumento de la circulación sanguínea (hiperemia): los vasos sanguíneos conductores se dilatan. La hiperemia puede convertirse en una pulpitis crónica o aguda. Un diente con pulpitis aguda es mucho más sensible a la temperatura de lo que es normal. Basta con aire frío para que se desencadene el dolor. En el caso de la pulpitis acuta serosa, la dilatación de los vasos capilares provoca una expulsión de granulocitos y de suero. Cuando se activan las encimas proteolíticas se forma pus, que en el caso de la pulpitis acuta purulenta provoca fuertes dolores.

Por el contrario, la pulpitis crónica
frecuentemente no presenta síntomas. Mayoritariamente surge debido a la caries. En la pulpa se acumulan leucocitos como defensa contra la inflamación. Como consecuencia de la actuación de las bacterias los vasos sanguíneos de la pulpa se vuelven permeables al suero (pulpitis serosa) y las células responsables de la defensa contra la inflamación se multiplican (p. ej. linfocitos). Las bacterias empeoran la inflamación. Los granulocitos que forman el pus se añaden a ello y los dolores se vuelven más fuertes.

En el caso de una pulpitis aguda reversible
, el diente reacciona al dulce, al frío y al calor. En este caso los dolores son de corta duración. El test de sensibilidad es positivo. Si la caries puede eliminarse sin necesidad de abrir la pulpa, el diente no presenta sintomatología a posteriori. La pulpa puede mantenerse vital. Así pues, esta variante aguda de la pulpitis es reversible.

En el caso de una pulpitis irreversible
, que puede ser aguda o crónica, el diente provoca dolores continuos. A menudo la dentina está destruida hasta la cavidad pulpar y está alterada por la caries. Los dolores permanecen incluso una vez se ha eliminado la caries y se han aplicado medicamentos. A la sensibilidad del diente al contacto y al morder se añade la disminución o pérdida de reacción en un test de sensibilidad. Los daños que ha sufrido la pulpa ya no pueden volver al estado original sano; es irreversible.

La pérdida de la vitalidad de la pulpa dental provoca una necrosis pulpar, que al principio no presenta síntomas. Ello puede deberse a una infección bacteriana como en el caso de una gangrena o tras un traumatismo sin implicación bacteriana. Si hay una infección en el hueso maxilar a través del foramen apical, aparece una periodontitis apical aguda o crónica
. El diagnóstico se realiza mediante un test de sensibilidad negativo. La terapia consiste en la trepanación, con posterior preparación y empastado de los conductos radiculares.

Si la enfermedad no es tratada, las bacterias anaeróbicas causantes de la putrefacción descomponen el tejido muerto, formándose una gangrena
. Las bacterias causantes de la putrefacción generan un gas. Dicho gas genera una presión en el diente, que provoca el fuerte dolor. Mediante la trepanación del diente se logra a menudo una disminución del dolor, al poder escapar dichos gases de descomposición, pus y secreciones. Los conductos radiculares están masivamente contaminados por las bacterias, cosa que se detecta en el aliento y gusto putrefactos. En el caso de una gangrena pulpar el test de sensibilidad da negativo. Si el diente es sensible a la percusión, significa que las bacterias se han introducido en el hueso maxilar a través del foramen apical. El cuerpo intenta defenderse formando un tejido defensivo, un granuloma apical. En la radiografía se ve como una macha apical oscura. En determinadas circunstancias pueden formarse posteriormente quistes o abscesos.

La periodontitis apical crónica
a menudo no presenta dolores. El principio de tratamiento en el caso de la pulpitis irreversible y la gangrena pulpar consiste en la extirpación de la pulpa dolorosa e infectada o muerta y el empaste estanco a las bacterias de los conductos radiculares con pastas aptas para el tejido y pernos de gutapercha.